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Las organizaciones necesitan volverse más flexibles, agiles y adaptables al cambio permanente lo que implica: aprender a gestionar el error, comunicarse de forma más empática y profunda, liderar desde el servicio al equipo de trabajo, constituir equipos de trabajo autónomos, estandarizar procesos de trabajo, implementar tecnología, estar atentos constantemente al mercado y sus movimientos, actualizarse periódicamente, recibir y dar feedback habitualmente y medir, todo medir.
Implementar una gestión de cambio en una empresa o área implica: planificar, ordenar, asignar recursos, definir objetivos por etapas, entendiendo que el cambio es un proceso que sobre todo exige grandes dotes de paciencia, donde habrá momentos en los que nada parezca que está pasando, pero al cabo de un tiempo ese cambio se instalará.
Suelo decir que el cambio llega cuando el dolor de quedarse igual, es más fuerte que el dolor de la incertidumbre del cambio.
Me suele pasar que las organizaciones me convocan urgidas por la necesidad de cambiar, pero cuando comenzamos a trabajar, primero el diagnostico, después el plan de acción y salir a la cancha… comenzamos a hacer movimientos y ahí es cuando aparecen los miedos y conversaciones del estilo “pero Noelia esto es necesario que lo movamos”; otro comentario que suelo escuchar sobre todo de dueños de empresas es “Noelia yo te contrate para que ellos cambien, yo no” …
Lo que es necesario dejar en claro que si queremos una transformación tiene que contar con el apoyo de la dirección, porque si no el proceso de cambio de hace cuesta arriba.
Para ir en pos del éxito al implementar un cambio tenemos que considerar:
Sentimos a las personas y a las empresas, empatizamos con su incomodidad y desde ahí generamos “el darse cuenta” acompañado de un plan de acción, que los llevara a construir futuros posibles de resultados sin precedentes.
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